“De chiquito orinaba con mucha espuma y consulté con un médico que me dijo que era algo normal por el desarrollo. Yo, ignorante en el tema, no hice nada, acepté lo que me dijo el médico. Mi hijo estaba enfermo, eliminaba las proteínas. Se lo controlaba a diario y tenía una vida normal, hasta que el 31 de mayo de 2013 se descompensó. Sintió como un temblor en el cuerpo y un fuerte dolor de estómago. Ese día comenzó a dializarse”, expresó.Hoy habla del dolor en pasado. Si no fuera por la intervención del sábado 28 de marzo otra sería la historia para Ignacio y para Lanata. Ese día se realizó el trasplante cruzado que le salvó la vida a ambos.“En una de las consultas previas a la operación, el doctor Pablo Raffaele (Jefe de la Unidad Renal de la Fundación Favaloro) nos plantea a mi hijo y a mí que estaba la posibilidad de hacer un trasplante cruzado. Nos dijo que la persona que le daría el riñón a Ignacio tenía una compatibilidad impresionante con él, muchísimo más que conmigo. Además, era más joven y eso lo favorecería muchísimo. También nos comentó que la persona a la que yo tenía que darle el riñón tenía 54 y yo, con 52, estaba casi en su misma edad. Al principio fue todo anónimo, así que en ese momento no sabíamos de quién se trataba. Acepté enseguida, no pensé nada. En el momento le dije: ‘Doctor, ésto es darle vida a otra persona también. Es importantísimo’”, finalizó.