Tres años después, en tiempos de cambios dentro de la Iglesia impulsados por el Concilio Vaticano II y nuevas concepciones en la región, como la llamada Teología de la Liberación.
Con 30 años, Farinello se sumó al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, una tendencia creciente en el mundo cristiano argentino posconciliar.
Como religioso se hizo obrero y trabajó como albañil por siete años, oficio que debió postergar ante el reclamo de sus superiores, que le exigían mayor compromiso con sus deberes sacerdotales.
En la dictadura militar se sumó a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), en sintonía con los lineamientos pastorales del Obispado de Quilmes.
Desde ese lugar denunció torturas, desapariciones y asesinatos y pagó con detenciones su compromiso con los perseguidos políticos.