Cuando le propusimos hacer en la explanada de la Biblioteca Nacional una función al aire libre de Los caminos de Federico, un unipersonal basado en la obra del poeta granadino, que ya había estrenado en España y Francia, Alfredo no estaba convencido de hacerlo en ese lugar, donde hasta el momento solamente se habían presentado recitales de música, alegando que era un espectáculo muy íntimo y que por sus características estaba pensado únicamente para ámbitos cerrados. No confiaba en que las palabras pudieran trascender indemnes los muros convencionales de una sala teatral.