"Empecé a nadar, después me copé con los abdominales y fui comiendo menos. Y así estuve todo el año, pero recién llegué al peso que me sentí cómoda en octubre. Estuve casi un año para lograr bajar", relató.
"El cambio fue primero interno y después físico. Empecé a sentirme mejor yo, quizás en la vida, mejor parada, más tranquila en un montón de cosas, a correr menos y algo me ordenó", reflexionó.
"Cambié mucho mi alimentación. Ahora consumo mucha verdura, pescado o moluscos, menos carne, nada de harinas, aunque es imposible porque me encanta comer una tostada a la mañana. Hoy me como una. Por ahí, antes me comía entre 3 y 4. Con la actividad física empezás a quemar mucho. Para serte sincera, no me di cuenta de que me reacomodé. Recién noté que me había vuelto a cambiar el cuerpo cuando hicimos la prueba de vestuario para la obra, a fines del año pasado. Al bajar la intensidad de la alimentación, también te bajan las ganas. El estómago empieza a cerrarse y uno come menos. También consumo mucho fruta, yogur y queso", concluyó.
(Foto portada: La Razón)